miércoles, 7 de agosto de 2019

Eso, siendo suaves…

De acuerdo con lo indicado en su propia página web, el Instituto Cervantes es la institución pública creada por España en 1991 para promover universalmente la enseñanza, el estudio y el uso del español. Lo que resulta triste es que esa promoción universal tenga que comenzar, casi (o sin casi), por la propia España.
Porque es así. En amplias porciones del territorio patrio, el único idioma que según la Constitución todos los españoles tienen el deber de conocer y el derecho a utilizar está marginado, arrinconado y hasta perseguido. Aunque sólo fuera por sentido práctico –con las lenguas regionales cooficiales no se puede ir mucho más allá de Ribadeo, San Juan de Luz o el extremo septentrional de la calle principal de Andorra la Vella-, el dominio del español debería ser de sentido común.
Pero no. Resulta que, con la llegada de un filogolpista, cuyo nombre no me he molestado en retener, a la presidencia de la Cámara de Comercio de Barcelona, se ha decidido suprimir el español. Que un pueblo tan arquetípicamente apegado a la pela como el catalán cometa semejante dislate en términos económicos (vamos a simplificar: un mercado de cinco millones contra uno de quinientos) demuestra hasta qué punto tienen sorbido el seso algunos en esa esquinita de España.
O, como dice el Instituto, lo que han hecho es de paletos.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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