jueves, 15 de agosto de 2019

Pegándose un tiro en la cartera

Los catalanes pata negra siempre se han visto a sí mismos como parte de la región más moderna, más vanguardista, más adelantada de España (por no decir de Europa o, ya puestos, de todo el Universo y parte del extranjero).
Dejando aparte que el secesionismo catalán está ahora trufado de charnegos acomplejados –apellídense Hernández o Rufián-, que exhiben el fanatismo del converso en lo que parece ser un intento de hacerse perdonar el tener los orígenes más allá del Ebro, la actitud de cerrazón mental que exhiben los más exaltados de ese movimiento ombliguista resulta, sobre todo, profundamente antieconómica.
Porque si Cataluña prosperó económicamente fue, precisamente, gracias al proteccionismo establecido por el tan denostado gobierno de Madrit, empezando por el llamado arancel Cambó y terminando por el hecho de montar allí las industrias durante el franquismo.
Pero las cosas cambian, y ahora se ve a los turistas –que, en Cataluña como en el resto de España, son una de las principales fuentes de divisas- como enemigos. No contentos con haber ahuyentado a las empresas con su secesionismo de opereta, ahora quieren quedarse solos, con la barretina atornillada y mirándose el ombligo. Para conseguirlo, uno de los últimos pasos ha sido que las asociaciones de vecinos pidan a los turistas que no hablen de Barcelona.
Pues con su pan se lo coman. Con tomate quizá, pero no con jamón, que es producto ibérico.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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