jueves, 22 de agosto de 2019

Para llorar

Resulta bastante descorazonador el contemplar como quienes luchaban contra el totalitarismo secesionista en Cataluña van dejando el combate. Uno no sabe si lo hacen porque les han sorbido los sesos o por simple hastío de persistir en lo que parece una contienda inútil.
A principios de mes tuvimos un ejemplo doble, en el sentido de que fueron dos casos pero relativos a la misma organización, Sociedad Civil Catalana. No estoy demasiado seguro de lo que voy a decir, pero creo recordar que esta organización se creó como una respuesta de eso que llaman sociedad civil (acabo de darme cuenta de que esas dos palabras aparecen en su denominación… mira que soy despistado al escribir estas entradas) para luchar contra la dictadura ideológica que los supremacistas catalanes pretenden imponer en su región y provincias limítrofes.
Se acaba de producir la sustitución en la presidencia de la organización, y tanto el presidente entrante como el saliente han dado muestras de haberse pasado con armas y bagajes al enemigo. El que llega, que para más inri fue parlamentario con el Partido Popular, aboga por dar satisfacción a los golpistas con la cesión de los impuestos, y lo justifica con la siguiente parrafada:
Las personas somos seres de sentido y tú a dos millones de personas no les puede decir: 'No, lo que has hecho no tiene ningún sentido durante seis años. El 'procés' independentista, todas tus movilizaciones, todo esto no ha valido para nada'. Eso no lo puedes decir porque no va a ser aceptado y no puede ser asumido ni psicológica ni políticamente.
Es decir, que si señalas a la masa de borregos que sigue a los golpistas que todas sus acciones son, además de ilegales, inútiles, les estarás frustrando: es mejor darles gusto. Dejando aparte que por dar gusto a dos millones estás dando un disgusto a por lo menos igual número de personas, y eso sólo en la región, no parece ser consciente de que hace ochenta años se siguió esa misma línea de conducta con un pintor fracasado, y el resultado final fueron decenas de millones de muertos.
Y luego está el que se va, que en otra variante del síndrome de Estocolmo ahora pasa a ser secretario general de un nuevo partido nacionalista.
Francamente, para este viaje no necesitábamos alforjas.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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