lunes, 3 de mayo de 2021

Los engañabobos sólo engañan a los bobos

Podría decir que una de las razones -quizá periférica, pero razón al fin y al cabo- para, llegada la hora de ejercer mi derecho al sufragio activo, dudar -tampoco demasiado, no os vayáis a creer- entre formaciones de derechas, descartando automáticamente las de izquierdas, es por la hipocresía de estos últimos.

Es lo de siempre: básicamente, predican la redistribución de la riqueza… de los demás. No hay más que ver cómo viven todos los dirigentes de izquierdas -siempre hay excepciones, como el presidente uruguayo cuyo nombre no recuerdo… Múgica, quizá-, ya sea en democracias o (aquí la cosa ya es escandalosa, de Cuba a Corea del Norte) en dictaduras.

De igual modo, para que alguien que esté en contra del racismo sea aceptado, debe ser de izquierdas; a la recíproca, cuando alguien es de izquierdas es tenido automáticamente como opuesto al racismo. Esto último, evidentemente, no es cierto: la izquierda moderna es básicamente antisemita -algo común, no sólo a la izquierda histórica, sino también a lo que es tenido por ultraderecha cuando en realidad es izquierda (es decir, nacionalsocialismo y fascismo)-, aunque busca disimularlo sosteniendo que en realidad son antisionistas y proárabes; de igual modo, dirigentes presuntamente de izquierdas, como el zimbabuense Robert Mugabe o los líderes sudafricanos posteriores a Nelson Mandela, ha promovido y promueven políticas inequívocamente racistas (sólo que como son ejercidas por negros y contra blancos, resulta más admisible… o menos criticada, por no decir criticada en absoluto, por la izquierda).

Uniendo ambas cosas -izquierdismo y racismo de los negros hacia los blancos-, tenemos el movimiento llamado Black lives matter (es decir, las vidas negras importan), financiado por sedicentes marxistas y liderado por sedicentes marxistas, una de las cuales se ha dedicado a adquirir mansiones (lleva cuatro y ya está pensando en la quinta) en barrios blancos, con vecinos blancos… y policías blancos.

Y mientras, las verdaderas víctimas siguen siéndolo… pero, ahora, de sus autoproclamados defensores.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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