Desde un punto de vista estricta y egoístamente español, sería terrible que en la conformación del nuevo ejecutivo regional catalán todas las partes implicadas hubieran quedado satisfechas. Porque eso significaría, como ya he señalado infinidad de veces, que habrían decidido aparcar su casi irrefrenable instinto de despellejarse entre ellos para dirigir sus esfuerzos conjuntos contra España.
Pero no. En el acuerdo entre jotaporcatos
e ierreceos, los primeros han logrado quedarse con las consejerías económicas, las embajadas y las prisiones: es decir, todo lo más jugoso del consejo
regional de gobierno.
Dure lo que dure, y en Cataluña duran poco, esta legislatura va a ser bastante entretenida.
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