martes, 4 de mayo de 2021

Reflexiones atemporales IL – Doble vara de medir

Ha sido la casualidad -y la falta de alternativas, claro- lo que hace que, precisamente en el día de las elecciones regionales madrileñas, hable de la falta de coherencia de la izquierda española en relación con la violencia.

Entendámonos: la izquierda española es incoherente en todos y cada uno de los órdenes de la vida -como suelo citar, sólo son coherentes en aquello que dijo Pablo Iglesias Senior en sede parlamentaria de que este partido está en la legalidad mientras la legalidad le permita adquirir lo que necesita; fuera de la legalidad cuando ella no le permita realizar sus aspiraciones-, pero hoy toca hablar de una incoherencia en particular.

Antes de entrar en harina, una matización: cuando programé esta entrada no se sabía todo lo que luego se ha sabido. Tampoco cuando empecé a redactarla , ya que unos días antes de su publicación escribí los dos primeros párrafos. Pero dejo tratar esos coletazos para dentro de tres semanas, por varias razones: para no pegar demasiado a la realidad lo que es una entrada que pertenece a una serie en teoría genérica; para poder juzgar si el tema afectó, o no, a los resultados de las elecciones que se celebran hoy (aunque espero no tardar tanto tiempo en valorarlos); y porque, ¡qué demonios!, así tengo material para una entrada más.

Para la izquierda española, toda violencia ejercida por ellos es legítima y justa; y, a la recíproca, toda violencia ejercida contra ellos es ilegítima e injusta. Llevando las cosas al extremo, todo lo que hicieron las izquierdas durante la segunda república, la guerra civil y el franquismo -terrorismo vasco incluido- estaba justificado; mientras que todo lo que hicieron las derechas (incluido el no dejarse matar, o el dar matarile a asesinos miserables para los que la muerte era un castigo demasiado benévolo) estaba mal.

Ciñéndonos al presente, los de la mano y el capullo han exigido que todas las fuerzas políticas condenen las amenazas recibidas -el que sobres con balas dentro hayan llegado hasta su destinatario, saltándose múltiples controles, tanto en Correos como en los respectivos ministerios, supone una cadena tan enrevesada de casualidades que es difícil no pensar que detrás haya una mano… negra, roja o morada-, pero considera legítima la violencia ejercida contra Vox (lanzamiento de adoquines incluido) y justifica el escrache a Begoña Villacís (y eso que el partido pomelo se ha caído de la foto de Colón) de hace año y medio, cuando estaba embarazada de nueve meses porque, dicen, estaba en un acto público, no estaba con su familia.

Mientras, el mamarracho alfalfa señalaba a Su Majestad el Rey don Felipe VI, a quien Dios guarde muchos años, y le acusaba de connivencia con el fascismo por no haber condenado las amenazas recibidas. Dejando aparte que, como otras figuras políticas de más categoría personal y moral que él (para lo cual tampoco hay que correr) han puesto de manifiesto, el recibir anónimos con amenazas es moneda habitual en la vida política española (desgraciadamente), si el Jefe del Estado tuviera que condenar todas y cada una de esas amenazas no tendría tiempo para encargarse de otra cosa.

Y luego está el panfleto neocom fundado por el empresario golpista, que buscando una conexión entre las amenazas y lo que ellos llaman ultraderecha, averiguaron que el esquizofrénico que envió la carta (¡firmada!) con una navaja dentro a la ninistra de Impericia (confieso que he tenido que buscar el antónimo en internet, pero me ha encantado el resultado) está, en efecto, estrechamente relacionado con Vox: un tío suyo está casado con una prima del padre de Iván Espinosa de los Monteros.

Dado que todos descendemos de Adán y Eva, al final cualquier amenaza de estas está hecha entre parientes…

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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