martes, 11 de mayo de 2021

Reflexiones atemporales L – Que echen el cerrojo

Lo que sigue (inmediatamente) es algo que no había verbalizado cuando decidí dedicar esta entrada a este tema. Sin embargo, como casi todo aquello que dejo madurar tiempo suficiente -no es necesario que piense en ello activamente, mi cerebro parece capaz de ejecutar procesos discursivos en segundo plano-, acaban apareciendo cosas, conexiones, inferencias, que inicialmente no había visto pero que, sin embargo (sí, lo sé, he colocado dos adversativas seguidas), estaban ahí.

Cuando el psicópata de la Moncloa -por aquel entonces, sólo Sin vocales- llegó por primera vez a la secretaría general de su partido, compañeros y votantes podían llamarse a engaño. Al fin y al cabo, era todavía un desconocido, un calienta escaño, como lo había sido zETAp hasta que se encaramó -o le encaramaron- a tal posición.

En aquellos momentos no se sabía de qué era capaz con tal de alcanzar y detentar el poder. En cuanto empezó a dar muestras -estaba dispuesto a pactar con la extrema izquierda, con los secesionistas, con los terroristas… literalmente, con quien fuera, salvo con el Partido Popular (nunca lo estuvo: yerran por tanto, en mi opinión, los que echan sobre los hombros de populares o pomelos la responsabilidad de la presente situación)- de su absoluta carencia de escrúpulos, asustados, los barones -el aparato del partido- se conjuraron y le forzaron a dimitir. O, por decirlo gráficamente, le defenestraron (siempre me ha encantado esa palabra y su etimología). Pero no lo hicieron del todo bien, porque volvió. Y no sólo volvió, sino que concentró en su mano todos los resortes del poder de un modo que, creo, no se había visto hasta entonces.

Pdr Snchz ha dejado el PSOE como un erial -y no es que cuando él llegó fuera precisamente una reunión de mentes preclaras, ya que Rodríguez se había encargado de laminar a cualquiera que pudiera hacerle sombra… es decir, prácticamente a todo el mundo-, una máquina a su exclusivo servicio cono no se ha visto otra.

Los principios éticos del partido -el eslogan de los cien años de honradez era eso, un eslogan, y, como tal, palmariamente falso- nunca es que hayan sido muy elevados: se estrenó en sede parlamentaria declarando estar dispuesto a saltarse la legalidad; una década después afirmaba estar dispuesto a cualquier cosa, incluso al atentado personal, para que un político no alcanzara la presidencia del gobierno; cuando en España se instauró una dictadura militar, colaboraron con ella; cuando el resultado de las elecciones no les favoreció, primero se alzaron en armas, y luego organizaron un pucherazo; cuando tuvo lugar el más cruento atentado terrorista en suelo español, además de convocar a cercar las sedes del partido en el gobierno, proclamaron ufanos -ellos, peritos en embustes y doctores en falsedades- que España no se merecía un gobierno que mintiera a la gente.

Así que, cuando le echen por segunda vez, se aseguren de clavar bien la tapa del ataúd… o no habrá dos sin tres.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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