En la fábula de la tortuga y la liebre, gana el quelonio por una combinación de perseverancia propia y soberbia estúpida del lagomorfo.
Algo parecido podría decirse de la
instrucción de las diversas causas que rodean al psicópata de la Moncloa y al
desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer y que él
preside. Miguita a miguita, los jueces instructores van armando el constructo
de la acusación… ayudados en ocasiones por la estulticia de los investigados.
En el caso de la filtración de los datos
sobre la pareja de la presidente de la comunidad autónoma de Madrid, el jefe de
gabinete de Petisú -ese por el quien ella dice que pondría la mano en
el fuego- admitió hace un mes la existencia de injerencias políticas en la inspección.
Ojo, que no digo que el investigado -me
refiero a la pareja de Díaz-Ayuso- sea inocente, sino que lo que ésta dice
sobre que se ha convertido en una caza al hombre para atacarla a ella es
cierto. En un país normal, esto habría llevado a la dimisión inmediata -y, en
su defecto, destitución fulminante- del titular del departamento ministerial
afectado.
Pero España es diferente.