Cuando
los perroflautas, antes de
organizarse en partido político, protestaban contra la corrupción de los
políticos y el amiguismo imperante en lo que ellos llamaban la casta, quizá podría pensarse que les
animaba un deseo sincero de regenerar la vida pública (inverosímil, lo sé, pero
cosas más raras se han visto).
Sin
embargo, una vez han aposentado sus posaderas en las poltronas del poder (sé
que esta expresión es de uso recurrente en este blog, pero ¡hey!, uno tiene
derecho a tener muletillas, ¿no?), en la mayor parte de los casos con el apoyo
del PSOE (de nuevo sé que me repito, pero es que hay cosas que conviene no
olvidar), los neocom se han empeñado
en cometer los mismos pecados que antes reprobaban en los demás que casi
pareciera que intenten recuperar el tiempo perdido.
Y
no es que muestren vergüenza ni arrepentimiento, porque no tienen ningún
problema en reconocer que lo que les molestaba no era el hecho en sí, sino que
quienes lo realizaban –y, por eso mismo, quienes se beneficiaban- no eran de los suyos. Esto vale tanto para los
enchufes de padres, hermanos, hijos, parejas y exparejas como para las adjudicaciones a dedo o la llamada contabilidad b.
La
anfibología del título de esta entrada, por si hubiera dudas, está puesta con
toda la intención del mundo. La mala intención, quiero decir,
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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