Los
neocom españoles sienten algo más que una descriptible simpatía por los asesinos etarras. Visitan sus locales de reunión, disculpan
sus crímenes, condenan sus condenas judiciales y no tienen inconveniente
ninguno en departir amigablemente (qué menos) con ellos, llegado el caso.
Ha
sido el caso de la dirigente de su partido y presidente de la asamblea
legislativa de Navarra, Ainhoa Aznárez, que ha estado charlando con el etarra
Josu Zabarte, más conocido como el
carnicero de Mondragón. La secretaria general de Podemos Navarra, Laura
Pérez, afirmó que el compromiso personal
con la paz de Aznárez es intachable
(se me ocurre que porque no se puede tachar lo que no existe).
El
asesino tiene sobre su conciencia (o sitio equivalente en semejante alimaña)
veinte atentados y diecisiete asesinatos, entre ellos el de una niña de trece
años. Tal y como declaró hace años, no se arrepiente de ninguno de ellos y no
le impiden dormir por la noche.
Si
ya se ha curado de la diarrea galopante que a este valiente gudari provocó su detención, dormirá como un angelito. Como
un angelito caído, aclaro. Y, como dije ayer, un ángel caído no es un ángel, es
un demonio.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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