martes, 4 de abril de 2017

La (in) tolerancia de la (in) cultura

Los que desprecian a España y a los españoles, siendo ellos mismos españoles, son, ante todo, despreciables. No por tener esos sentimientos hacia la tierra que les vio nacer –en todas partes nacen Judas, y la piel de toro no iba a ser una excepción-, sino por recular como las ratas miserables que son cuando se les toca aquello que de verdad les importa: la cartera.
Y es que estos artistas no trabajan precisamente gratis et amore, esto es, por amor al arte, sino más bien por aquello por lo que trabajamos todos los hijos de Adán: para ganarnos las habichuelas. Por eso, cuando ven peligrar su peculio como consecuencia de unas palabras dichas (vamos a ser misericordiosos) irreflexivamente, piden disculpas y reniegan de aquello que dijeron.
Ocurrió con el estrábico oscarizado, aquel que dijo, al recibir un premio oficial de ámbito estatal, que no se había sentido español ni cinco minutos y que si España entrara en una guerra, él iría con el enemigo. Cuando su última película se estrenó, por las redes sociales corrió como la pólvora la iniciativa de no ir a ver el largometraje, y el director dijo Diego donde dijo digo, afirmando que había sido malinterpretado y que no quiso implicar lo que todo hijo de vecino con dos dedos de frente dedujo que quería decir.
Ha vuelto a suceder con una actriz, vasca ella, con un papel secundario en la versión cinematrográfica del primer volumen de la Trilogía del Baztán. Esta individua, vasca ella, participó en un programa de la televisión autonómica vasca en el que, entre otras lindezas, se dividía a los españoles en cuatro grupos (facha, paleto, choni y progre que se quedó en el sesenta y ocho), se les considera culturalmente un poco atrasados (eso lo dice la que pertenece a un pueblo dos de cuyas máximas manifestaciones artísticas son pegar saltitos y levantar pedruscos enormes… no las dos cosas a la vez) y a la bandera rojigualda como asquerosa (lo dicen los que tienen como bandera una copia barata de la Union Jack).
Cuando corrió la idea de no ir a ver la película de marras (¿qué culpa tendrán sus compañeros de rodaje?), la tipeja lamentó que hubiera habido manipulación y descontextualización del material audiovisual, y pidió disculpas a cualquiera que se hubiera podido sentir ofendido por sus palabras que, según recalcó, nunca han pretendido herir u ofender y no son representativas de lo que piensa. Quien me conoce sabe perfectamente que mi manera de pensar es amplia, inclusiva y muy respetuosa con los demás, subrayó. Algo en lo que no estaba de acuerdo, por lo visto, la radiotelevisión pública vasca, que emitió un comunicado en el que admitía que determinadas manifestaciones habían sido ofensivas y pidió disculpas a quien se hubiera podido ofender.
Guillermo Toledo, que no deja pasar ocasión de dejar pasar una ocasión, haciendo uso de ese verbo florido que le caracteriza, calificó a la protagonista de la película, de egoísta, lameculos, miserable, rastrera y cobarde. En lo que sí estoy de acuerdo es en lo siguiente que dijo, refiriéndose a los actores españoles: Asco de gente. Asco de gremio.
Pues mira, Miren (Guillermo, tú también te puedes aplicar el cuento), te considero una tipa repugnante, cateta, intolerante, corta de miras y bastante estúpida por insultar a tu público potencial. Y no pretendo heriros ni ofenderos, sólo ser descriptivo.
Eso sí, para daños colaterales, los míos, que aún no me he leído la novela y ya me han destripado el final…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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