En
esta España nuestra de la segunda década (ya avanzada) del siglo XXI hay
algunas cosas que se mantienen inalterables mientras que otras, por el
contrario, experimentan cambios sorprendentes.
La
derecha española, de la llamada transición para acá, ha adolecido de ser lo que
Federico Jiménez Losantos llama maricomplejines.
Es decir, avergonzarse de declararse como efectivamente de derechas, como si
efectivamente hubiesen asumido (en realidad, porque efectivamente han asumido)
la (autoconcedida) superioridad moral de la izquierda, cuando es ésta en
general –y en España en particular- la que más tiene de lo que avergonzarse.
Y
este complejo se produce tanto frente a la izquierda como frente a los
regionalismos (los llamados nacionalismos periféricos), que desarrollan en sus
comunidades autónomas una opresión mucho más fuerte de la que pudieron ejercer
en su día el centralismo castellano o la dictadura franquista. Por ello, es una
buena noticia –una excelente noticia, de hecho- que algunos barones del Partido Popular vayan
perdiendo el miedo a señalar la posibilidad de aplicar la vía del artículo 155 de la Constitución (si está ahí, será para aplicarlo cuando se den las
circunstancias que lo justifiquen, digo yo… y las circunstancias, si no lo
justifican ahora, no sé yo cuándo van a justificarlo). Ahora bien, que se den
cuenta –o,a l menos, que proclamen- ahora (y no hace años, por no decir lustros
o décadas) de que lo que está ocurriendo es gravísimo muestra bien a las claras
la gravedad del complejo que les atenazaba.
Los
que, por el contrario, no muestran trazas de cambiar en lo más mínimo son los
de la mano y el capullo, y menos ahora que ha vuelto a la secretaría general el
líder que les ha llevado, vez tras vez, a sus peores resultados electorales de
siempre. Mientras el presidente del Gobierno promete un contacto permanente a sin vocales sobre el tema catalán, éste
pide más vías de diálogo sobre Cataluña (este memo parece no darse cuenta de
que es muy complicado, por no decir imposible, mantener un diálogo con quien se
niega a hablar y a moverse un ápice de sus posiciones) y se felicita de que
Rajoy no aborde el 155.
Con
aliados como éstos, uno tiene el enemigo en casa.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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