Ayer
hacía referencia (iba a poner hacíamos,
pero el empleo del plural mayestático iba a resultar un poco presuntuoso; y,
por otra parte, como suelo decir, nos
somos humilde y permitimos que se nos trate de tú) a que, llegado el caso,
los neocom españoles tampoco le hacen
ascos a mezclarse con la casta si así
se toca poder. Hoy toca ver otra quiebra de los antes tan rígidos principios
éticos de los que hacían gala cuando se dedicaban a ocupar las vías públicas:
el desprecio de los bienes materiales.
Cuando
todavía no eran nada, los neocom
establecieron un código ético que hacía que los más fundamentalistas de
cualquiera de las religiones que en el mundo son parecieran una panda de
degenerados dados a la molicie y a los vicios. Pero una vez apoltronados en las
poltronas públicas (¿dónde se va a estar mejor?), los otrora rígidos principios
se han mostrado bastante elásticos cuando de aplicarse a ellos mismos se trata.
Ocurrió
con la promesa de dimitir no bien la sospecha de cualquier conducta delictiva
cayera sobre algún miembro del partido (algo ontológicamente imposible ya que,
según los paleocom, la gente de
izquierdas es genéticamente incapaz de cometer un delito; o, como dijo miemmano hace toda una vida –la mía,
prácticamente- podrán meter la pata, pero jamás la mano), y ha ocurrido con
otra promesa bastante más mundana: destinar una parte del sueldo que
percibieran como cargo público (una parte importante, además) a las arcas del
partido.
Resulta
que el concejal del ayuntamiento de Madrid aficionado a hacer humoradas sobre
víctimas del terrorismo, de crímenes nefandos o del holocausto, no ha pagado lo
que el partido estima que se le debe, por lo que se le ha abierto expediente.
Como defensa ha aducido que ya lo ha aportado a Ahora Madrid, por lo que no
tendría que dárselo a Podemos. Excusas de mal pagador que el partido no aceptó,
ante lo cual el concejal optó, no por apoquinar, sino por darse de baja del partido.
De
chiste, vamos.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario