miércoles, 2 de agosto de 2017

El que se pica…

Los seres humanos en general, y los políticos en particular (no hablemos ya si esos políticos son de izquierdas, y si además son españoles es el acabose) tienden a proclamar una cosa y a comportarse de modo diametralmente opuesto a aquello que dicen.
Tomemos, por ejemplo, el caso de la violencia ejercida por regímenes autoritarios. Cuando se les requiere para que condenen la que tiene lugar en autocracias izquierdistas (pasado cierto límite, apenas hay diferencias entre una autocracia de derechas y una de izquierdas, con el matiz de que las primeras suelen dejar el país en mejor estado del que se lo encontraron, y las segundas peor), ellos –me refiero a los izquierdistas españoles-, so capa de una pretendida equidistancia –la misma que dicen mantener respecto a los terroristas (si estos son de izquierdas, claro) afirmando que hay víctimas en ambos lados- se ponen de perfil al tiempo que afirman que condenan todas las violencias.
Esto solo ya sería bastante lamentable de ser cierto. Tanto la religión como el Derecho nos enseñan que hay violencias legítimas –la legítima defensa, sin ir más lejos-, mientras que hay otras que en modo alguno son justificables. Pero es que, además, por un lado está el hecho de que quien condena todo acaba por no condenar nada; y, por otro, hay ámbitos de la vida en los que no cabe mantener equidistancia: quien en esos casos no está con las víctimas, está contra ellas, por mucho que porfíe en no estarlo.
A mayor abundamiento, ya se encargan los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa, que decía el poeta, de mostrar la falacia de los argumentos esgrimidos. Un par de semanas después de la no condena, Junior y su churri (la actual, porque este cambia de pareja como de c… goma de la coleta) se encontraban tomando algo en la terraza de un local de restauración, cuando fueron increpados por un grupo de venezolanos que les reprocharon su complicidad con el régimen del conductor de autobús devenido presidente (qué cierto es el dicho de otro vendrá que bueno te hará) proclamando que nos morimos de hambre, que lo sepan.
Esta vez, los neocom sí que se dieron prisa en condenar tal (según ellos) violencia, al tiempo que hacían responsable de la misma, no a su compadreo con el régimen bolivariano, sino a quién sabe qué oscuros manejos del Gobierno español (para ser un hombre caracterizado, según sus detractores, por una desidia galopante, Rajoy es que no para de hacer cosas), que por lo visto no tiene nada mejor que hacer que azuzar a la oposición venezolana contra los neocom españoles.
Nota para despistados: el paréntesis de la primera frase de esta entrada viene motivado, a no dudarlo, por mi condición de persona de derechas (y orgullosa de serlo). Todo el mundo sabe (lo proclaman ellos mismos) que los izquierdistas son, como decía la Pepa, justos y benéficos y, además, genéticamente incapaces de hacer nada malo.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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