De
cara a la galería, los secesionistas catalanes se muestran firmemente
convencidos de dos extremos: la licitud de sus aspiraciones (la legalidad es
otra cosa, puesto que son capaces de saltarse hasta las normas que ellos mismos
han aprobado) y la seguridad de que van a conseguir sus propósitos, empezando
por la celebración de la segunda edición de su butifarrendum.
Sin
embargo, sus actos y, sobre todo, sus actitudes, desmienten tal firmeza y
seguridad. Están, para empezar, las sucesivas purgas en el consejo de gobierno
de la comunidad autónoma, destituyendo a aquellos consejeros considerados como dudosos. Purgas que, hay que
reconocerlo, no se realizan a tontas y a locas, ya que Cocomocho se toma la medida de suspender su agenda oficial a fin de
citar uno a uno a sus consejeros para ver si están dispuestos a arriesgar su
patrimonio. Los catalanes, ya se sabe, siempre han mirado mucho la pela,
especialmente la propia. Tan es así que, requerido para firmar el recibo de las
urnas, Cocomocho preguntó si le habían visto cara de tonto. Se desconoce la respuesta que recibió, si la hubo.
Tal
altura de miras por parte del presidente del consejo de gobierno contrasta
grandemente con el egoísmo de su segundo al mando, el estrábico con sobrepeso,
que mirando sólo por sí mismo en lugar de sacrificarse altruistamente por el
bien del pueblo catalán, rechazó la posibilidad de asumir la consejería para el
butifarrendum ante la posibilidad de
jugarse su carrera política.
Semejante
bajeza de miras por parte de sus subordinados fue, sin duda, lo que obligó a Cocomocho a apartarse de la citada ronda
de consultas y forzar a su vicepresidente y a su encargado de asuntos
exteriores –al que, en una muestra indudable de su filantropía, mantiene en su
puesto a pesar de los escasos, por no decir nulos, éxitos que ha obtenido en el
desempeño de su tarea- a prometer que montarán el butifarrendum II.
Fue
sin duda el ver doblegada su voluntad lo que hizo que el gordo bizco tomara en sus manos las riendas de la pantomima electoral y, de paso, humillara a la
antigua Divergencia (huy, perdón,
quería decir el Partido Democrático de Cataluña). No queda claro si dentro de
esa humillación se encuentra el hecho de que el frente separatista incorporara
a las filas de los defensores del butifarrendum
a un demócrata de tan acrisolado currículo como el terrorista convicto y
confeso y expresidiario Arnaldo Otegi.
Los
más avispados lectores de este blog habrán percibido el tono irónico ascendente
de esta entrada. Me ha salido sin pretenderlo, pero es que la única manera de
tomarse la actitud de los supradichos bufones es a risa. O eso, o mandarles las
fuerzas del orden para ponerles entre rejas de una refitolera vez.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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