I repeat myself more
than the garlic,
lo sé, pero es que no se me ocurre otra manera de comenzar esta entrada que
decir que los neocom irrumpieron en
la escena política española criticando a lo que denominaban la casta, un confuso totum revolutum en el que incluían,
entre otros, a la clase política que había regido los destinos políticos del
país (a nivel estatal, regional o municipal) desde la ya lejana y por ellos
denostada Transición. También es cierto que esa crítica la ejercieron,
fundamentalmente, desde las vías públicas de municipios en los que la
corporación estaba regida por miembros del partido que tiene en su logotipo un
ave marina de adscripción taxonómica imprecisa.
Es
igualmente cierto que, al no ser capaces de tomar el cielo por asalto, como
proclamó soberbiamente su soberbio líder –entendiendo soberbio no como superlativo de superior, sino como calificativo de
aquella persona proclive al pecado capital del orgullo y la ira rápida-, no le
han hecho ascos a recibir el apoyo de según qué fuerzas políticas, fagocitando
a las más próximas ideológicamente y aprovechándose del odio africano que los
de la mano y el capullo sienten por lo que denominan, genéricamente, la derecha. Gobiernan así en varias
capitales de provincia, algunas de gran importancia política y económica, pero
hasta la fecha no habían entrado en consejo de gobierno autonómico alguno.
Hasta la fecha.
Porque
hace apenas un mes, en Castilla-La Mancha, la minoría en el gobierno –y no hace
falta saber de qué signo es porque, salvo contadísimas excepciones, cuando el
Partido Popular no alcanza la mayoría absoluta de escaños en las asambleas
legislativas regionales o en los plenos municipales, todas las fuerzas de
izquierda y/o regionalistas se concitan para que no gobierne- requirió la ayuda
de la franquicia regional de los neocom
para salvar los presupuestos generales de la comunidad ofreciendo,
eventualmente, la posibilidad de entrar en el gobierno regional.
Como
he dicho, se trató de una oferta a la franquicia neocom de la región. Lo malo (o lo bueno, según se mire, porque de
actuar con una total unidad de propósito quizá serían capaces de mayores y, por
lo tanto, peores logros) es que incluso a nivel regional (e incluso local) hay
en cada franquicia una pluralidad de corrientes, sensibilidades, mareas,
movimientos y demás compañeros mártires que, a las primeras de cambio, empiezan
a atizar a diestro y, en ocasiones, también a siniestro. Así, ante tal oferta,
los anticapitalistas cargaron contra tal posibilidad de acuerdo; y en esa permanente tarea de renovar el lenguaje,
declararon que tal cosa era subalternizarse
a los socialistas.
Por
otra parte, también surgieron dudas en las propias filas suciolistas, recién vuelto sin
vocales a la primera línea partidaria, y partidario él mismo de recurrir a
consultar a la militancia a las primeras de cambio, si considera que ello le
conviene. El barón regional se mostró
en principio renuente a tal posibilidad, para acabar asumiendo las consultas si
eran no vinculantes (algo en la
línea, en resumen, de decid lo que
queráis que yo haré lo que me parezca, por no decir lo que me salga del
epidídimo). La recién nombrada portavoz en la cámara baja nacional no
desaprovechó la ocasión para atizarle diciendo que No hay poz qué tenez miedo a la miditancia.
Finalmente
no hubo sorpresa ninguna: se llegó a un acuerdo entre Castilla-La Mancha y Ferraz, y las bases anticastistas
aprobaron el pacto con la casta
manchega. Que una cosa son los principios y otra, muy distinta, pillar cacho.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario