No sé si son
los biempensantes, los ilusos o los pánfilos, pero se suele hablar de la mayoría
silenciosa en Cataluña (como se hablaba, supongo, aunque no lo recuerdo, de
lo mismo en Vascongadas… y si no se hizo, los adalides del buenismo perdieron una
ocasión de fábula) como aquella parte de la sociedad que, aunque mayoritaria, no
se opone y calla ante las algaradas vocingleras de los antisistema, secesionistas
y demás.
Que
nunca han obtenido una mayoría real en ningún comicio que se haya celebrado, sea
del tipo que sea: quizá sí en escaños, o en porcentaje de voto emitido: el caso
más clamoroso fue el del sedicioso estatuto, cuando el sí obtuvo el ochenta por
ciento de los votos emitidos… que fueron apenas el treinta por ciento. Es decir,
que sólo uno de cuatro catalanes con derecho a voto dijo que le parecía bien aquel
engendro jurídico.
O
sea, que los que se quieren ir son menos, pero hacen mucho ruido. Y los demás, para
no discutir (supongo, porque pensar que lo hacen por cobarde interés resulta bastante
deprimente), consienten que les arrastren con ellos al precipicio al que, visto
desde aquí, parece que se encaminan derechitos.
A
finales del mes pasado, un numeroso grupo
de apenas un centenar de secesionistas (sección clicks de Famobil) se concentró frente al cuartel de la Guardia Civil en Barcelona para protestar por algo (podría averiguar
por qué leyendo la noticia, pero la verdad es que no me apetece; además, aplicando
la doctrina Mafalda, sé de seguro que voy a estar de acuerdo con ese algo,
es decir, en contra de los cuperos). Lo más gracioso es que se encontraron
frente a ellos con otra
concentración que les plantó cara, en una proporción de dos a uno.
Para remate, parece que los doscientos eran de grupos de extrema
derecha, con lo que, dado que esa ideología es (teóricamente) minoritaria en España,
resulta que la mayoría mayoritaria sigue con la boca cerrada a cal y canto.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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