Alguien
dijo que es mejor callar y dejar en la duda de si es estúpido o no, que hablar
y disipar la incertidumbre. Los necionanistas
catalanes no dejan pasar la ocasión de dejar pasar la ocasión de disipar dudas…
o quizá es que yo soy muy malo y me dedico a sacarle punta a cualquier desliz
mínimamente anfibológico. Pero claro, de algo tengo que hablar en este blog,
¿no?
Hace
cosa de un mes, en el vigésimo quinto aniversario de los juegos olímpicos (y no
de la olimpíada: olimpíada es el periodo de cuatro años que hay entre dos
juegos consecutivos, que realmente se llaman juegos de la olimpiada tal de la era moderna), Su Majestad el Rey
apeló a la unidad de España recordando cómo toda España se volcó para hacer que
aquella celebración fuera un éxito. Y lo fue, porque aquellos juegos han
quedado como el paradigma de cómo deben ser unos juegos olímpicos.
En
su alocución, Cocomocho dijo que
habían sido el reflejo exacto de la forma
de ser y de actuar de Cataluña. Si por Cataluña
entendemos nacionalistas catalanes (ya
sabemos que éstos no consideran catalanes a los que no piensan como ellos o,
dicho de otra manera, que ellos se identifican con Cataluña y a Cataluña con
ellos), el político del corte de pelo imposible dijo una verdad tan grande como
el templo de la Sagrada Familia: porque aquellos juegos fueron resultado del
esfuerzo de toda España, pero Cataluña (y, en concreto, Barcelona) fue quien
sacó los réditos materiales y quien se ha apropiado del mérito… todo ello,
mientras desde las instancias oficiales (recordemos al hijo de Jorgito Polluelo y sus pancartitas) se
abominaba del país que estaba ayudándoles.
Si
es que es mejor quedarse calladito…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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