Los
nacionalistas vascos eran, en Navarra, una fuerza minoritaria. Afortunadamente siguen
sin ser mayoritarios, pero desgraciadamente el apoyo de distintos grupúsculos
de izquierdas han permitido que la pelona (sí, sé a qué se debe su estado
capilar; no, no me da demasiada pena; y sí de nuevo, sé que no es un pensamiento
muy cristiano) Barcos se encarame a la poltrona de la presidencia autonómica,
impulsando desde allí una serie de actos que buscan ofender a España y a la
Jefatura del Estado, al tiempo que intentan acercar el reino de las cadenas
heráldicas a los postulados del orate con boina y los asesinos del hacha y la
serpiente.
Y
lo malo es que esas cosas se permiten, so capa de la libertad de expresión.
Así, en el chupinazo de inauguración de las fiestas de San Fermín de este año(una celebración a la que, como la Feria de Abril de Sevilla y el Rocío, no
pienso asistir ni aunque me apunte un pelotón de fusilamiento) se vio ondear
una gigantesca enseña secesionista catalana y una pancarta en favor de los
presos etarras.
Cataluña
y Vascongadas son dos territorios en los que recuperar el terreno perdido
costará esfuerzos ímprobos y nada asegura que se consiga un resultado
satisfactorio. Quiera Dios que Navarra no haya emprendido el mismo camino
aciago.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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