La
izquierda española nunca ha sido especialmente ducha en crear un programa de
gobierno que fuera, a la vez, mínimamente viable y provechoso para la nación. Y
dadas las cabezas dirigentes, que no pensantes, de las dos principales
formaciones de ese espectro (nunca mejor dicho) ideológico en la actualidad,
esa circunstancia no parece que vaya a cambiar en el futuro inmediato.
Lo
único que une a suciolistos y neocom es su empeño en echar al Partido
Popular del poder y, de ser posible, incluso de las instituciones. Mientras
llega ese momento (en realidad, por nuestro bien, espero que no llegue nunca,
pero es una frase hecha) se entretienen oponiéndose a todo lo que diga o haga
el partido del gobierno (lo cual, dado el proverbial tancredismo de su líder,
tampoco es que sea demasiado).
Una
de sus matracas (la de los izquierdistas; ya hemos establecido que los populares tienden a hablar más bien
poco, así que pedirles una matraca es caso como solicitar peras al olmo) es la
de la reforma constitucional. Estoy de acuerdo que nuestra vigente norma
suprema del ordenamiento jurídico (Europa mediante), transcurridas casi cuatro
décadas desde su aprobación en referéndum (no se olvide, por una mayoría
abrumadora de los sufragios emitidos, que a su vez supusieron una mayoría
abrumadora del censo; que vayan aprendiendo esos necionanistas que hablan de legitimidad democrática cuando apenas
consiguen que apoye sus bufonadas uno de cada cuatro de los llamados a las
urnas o, como diría el argentino trasplantado a la ribera del Ebro, a las
cajitas sobre las mesas), requiere de reformas que vayan más allá de los
retoques cosméticos o políticamente correctos (esa eliminación de la pena de
muerte sí o sí…) que se le han aplicado en contadas ocasiones. Pero de ahí a
acordar crear alguna instancia parlamentaria (cualquiera, da lo mismo, al menos a ellos) para reformar la
Constitución y así, aunque no sea
suficiente (nunca lo es y nunca lo será), resolver el conflicto en
Cataluña.
Y
es que, cuando uno empieza un camino, aunque no sepa por dónde irá, es cuando
menos recomendable que tenga medianamente claro el destino. Cosa que no ocurre
con ese inefable par de pazguatos, Junior
y Pdr Snchz, para quienes lo único
importante parece ser moverse. Quizá para que la gente no se dé cuenta de que
son poco más que vejigas vacías que sólo emiten ruidos por el aire que
expulsan…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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