Cuando
alguien del mundo de la farándula acude a un acto social con una camiseta del
asesino de masas Ernesto Guevara, o manifiesta su simpatía por autócratas como
los Castro o los bolivarianos de Venezuela, o montan una plataforma de apoyo al
mayor inútil que ha ocupado, de momento, la presidencia del gobierno de España,
la mayor parte del gremio y de la opinión pública de Internet (me refiero a los
que rebuznan en Twitter, básicamente)
les disculpan y hasta les alaban como gente con criterio y principios, y como
un ejercicio de la libertad de opinión.
Pero
cuando alguien del mundo de la farándula invita a comer al padre y a la hermana
mayor del jefe del Estado, y hace pública esa circunstancia –me refiero, claro
está, a la comida, que el parentesco regio es de sobras conocido- en las redes
sociales, y además se da la circunstancia de que el convidante y uno de los
invitados principales no tienen ningún escrúpulo en manifestarse como de
derechas, y de criticar a unos y otros tiranos caribeños, esas mismos
rebuznantes les ponen a caer de un burro.
Eso
fue lo que sucedió hace cosa de un mes, cuando Arévalo invitó, entre otros, a
Bertín Osborne, al rey Juan Carlos y a la infanta Elena a una paella. Se ve
que, en España, los de derechas no tenemos derecho a manifestar opiniones
políticas o a convidar a según qué personas. Al menos, no tenemos derecho según
el progretariado, claro está.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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