Con
la derecha –y englobo en ese término todo lo que no se encuentre a la izquierda
del PSOE, por más que el Partido Pomelo (ya sabéis, naranja por fuera y rojo
por dentro) resulte más bien de centro o de centro izquierda- parece estar
sucediendo lo mismo que hace un lustro sucedía con la izquierda y los neocom.
¿A
qué me refiero? Pues a que, en aquel entonces, los partidos establecidos
(básicamente, suciolistos y paleocom… siendo estos últimos,
entonces, los únicos com, pero ya en
aquella época bastante antiguos) pensaron que podrían aprovecharse de aquella
panda de perroflautas que se dedicaban a ocupar las vías públicas, básicamente
en lugares en los que gobernara la derecha (es decir, el PP: el PNV es mucho
más de derechas de lo que nunca lo haya sido el partido del charrán pero,
curiosamente –o no-, nadie se lo echa nunca en cara); y mientras el hijo de P
lanzaba mensajitos en su rasputiniano estilo habitual, el agricultor de
Argamasilla y demás compañeros mártires se paseaban por la Puerta del Sol para
ir difundiendo consignas.
¿Qué
ocurrió después? Pues, básicamente, dos cosas. En primer lugar, que los
partidos ya establecidos no mostraron, inicialmente, ningún interés en asumir
los postulados de estos recién llegados a la política (a la política de verdad, no a la de cafetería de
facultad, que en esa ya estaban bien breados el Chepas y su tropa), por más que los hubieran puesto por las
nubes como palanca a emplear contra la
derecha. Y, en segundo lugar, que al ver que los neocom les iban comiendo el terreno e incluso amenazaban (de
palabra) con fagocitarlos (de hecho), radicalizaron sus planteamientos. Esto,
unido a la inepcia y soberbia de los distintos líderes morados (por no hablar de esa tendencia cainita a despellejarse
entre ellos a las primeras de cambio… y, si no, que se lo digan a Andrés Nin),
explica que, a pesar de tener el peor presidente/secretario general/candidato
en décadas (y mira que Rodríguez, y antes Almunia, habían puesto la cosa
francamente complicada), el PSOE tenga unas expectativas electorales muy por
encima de sus merecimientos objetivos: es el principio de Peter (o, por hacer
honor al personaje, el prncp d Ptr)
en su máxima expresión.
En
la derecha, como digo, parece estarse reproduciendo el mismo proceso: el corrimiento al centro dejó un hueco
hacia el borde del espectro político, hueco que fue ocupado por los
desencantados (algunos, los detractores, dirían que los oportunistas) del PP.
Ante el auge propiciado por el voto de castigo (aquellos a quienes la derecha
había decepcionado, pero nunca jamás votarían, ni atados, a cualquier cosa que
huela remotamente a izquierda) y el crecimiento exponencial de Vox, que amenaza
(o eso parece) con engullirlos, los partidos de centro y derecha ya
establecidos han buscado servirse de ellos (usando sus escaños para desalojar a
los sociolistos del Palacio de San
Telmo… y sólo por eso ya merece la pena el surgimiento de la formación cuyo
emblema es verde), pero sin intención de hacerles ni caso.
Y
en Vox se han tomado eso a mal, y ya amenazan con represalias, porque saben que
tienen al gobierno regional cogido por los dídimos: si no cumplen los acuerdos
sobre (la llamada) memoria histórica,
querrán aprobar los presupuestos y no podrán. Si se repite el esquema de la
izquierda, lo que ocurrirá es que los partidos de derechas radicalizarán sus
postulados, Vox encogerá y los del charrán obtendrán unos resultados muy por
encima de sus merecimientos.
Confieso
que cuando empecé a escribir esta entrada no tenía en mente esta conclusión. Pero,
la verdad, no me disgusta nada…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!