Confieso
que algunos extremos del juicio a los golpistas catalanes me están dejando
perplejo.
Ya
durante la preparación, perpetración y postergómenos
(como no podía usar la palabra prolegómenos
porque había puesto preparación, me
he fabricado este palabro) del golpe,
uno tenía la duda de si realmente iban en serio o todo era un elaborado farol en
busca de más dinero para Cataluña (es decir, tal y como ellos lo entienden,
para sus bolsillos). No me refiero a las masas, claro: esa multitud, en la que
reuniendo toda la masa encefálica sería complicado juntar más de una neurona,
se ha creído a pie juntillas todo el rollo de la Cataluña como nación anterior
a todo lo habido y por haber (se ve que no hablan mucho con los aranistas, que
están convencidos de que el vascuence era el idioma que se hablaba en el
paraíso terrenal… y eso que no lo entiende ni Ya-sabemos-quién). Me refiero,
claro está, a las lumbreras que azuzaron todo este asunto: Arturito Menos, Cocomocho
y el blefaróptico con sobrepeso. Porque si en un despacho encuentras un
documento titulado Escenario de guerra,
puedes llegar a pensar que esta gente se ha creído de verdad sus propios
delirios, que su mesianismo no es un complejo, sino una psicosis y que están
dispuestos a lo que sea.
Y
mientras, fuera, los de la merienda
pacífica intentaban sustraer a un detenido…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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