lunes, 25 de marzo de 2019

¿Repetimos la historia?

Con la derecha –y englobo en ese término todo lo que no se encuentre a la izquierda del PSOE, por más que el Partido Pomelo (ya sabéis, naranja por fuera y rojo por dentro) resulte más bien de centro o de centro izquierda- parece estar sucediendo lo mismo que hace un lustro sucedía con la izquierda y los neocom.
¿A qué me refiero? Pues a que, en aquel entonces, los partidos establecidos (básicamente, suciolistos y paleocom… siendo estos últimos, entonces, los únicos com, pero ya en aquella época bastante antiguos) pensaron que podrían aprovecharse de aquella panda de perroflautas que se dedicaban a ocupar las vías públicas, básicamente en lugares en los que gobernara la derecha (es decir, el PP: el PNV es mucho más de derechas de lo que nunca lo haya sido el partido del charrán pero, curiosamente –o no-, nadie se lo echa nunca en cara); y mientras el hijo de P lanzaba mensajitos en su rasputiniano estilo habitual, el agricultor de Argamasilla y demás compañeros mártires se paseaban por la Puerta del Sol para ir difundiendo consignas.
¿Qué ocurrió después? Pues, básicamente, dos cosas. En primer lugar, que los partidos ya establecidos no mostraron, inicialmente, ningún interés en asumir los postulados de estos recién llegados a la política (a la política de verdad, no a la de cafetería de facultad, que en esa ya estaban bien breados el Chepas y su tropa), por más que los hubieran puesto por las nubes como palanca a emplear contra la derecha. Y, en segundo lugar, que al ver que los neocom les iban comiendo el terreno e incluso amenazaban (de palabra) con fagocitarlos (de hecho), radicalizaron sus planteamientos. Esto, unido a la inepcia y soberbia de los distintos líderes morados (por no hablar de esa tendencia cainita a despellejarse entre ellos a las primeras de cambio… y, si no, que se lo digan a Andrés Nin), explica que, a pesar de tener el peor presidente/secretario general/candidato en décadas (y mira que Rodríguez, y antes Almunia, habían puesto la cosa francamente complicada), el PSOE tenga unas expectativas electorales muy por encima de sus merecimientos objetivos: es el principio de Peter (o, por hacer honor al personaje, el prncp d Ptr) en su máxima expresión.
En la derecha, como digo, parece estarse reproduciendo el mismo proceso: el corrimiento al centro dejó un hueco hacia el borde del espectro político, hueco que fue ocupado por los desencantados (algunos, los detractores, dirían que los oportunistas) del PP. Ante el auge propiciado por el voto de castigo (aquellos a quienes la derecha había decepcionado, pero nunca jamás votarían, ni atados, a cualquier cosa que huela remotamente a izquierda) y el crecimiento exponencial de Vox, que amenaza (o eso parece) con engullirlos, los partidos de centro y derecha ya establecidos han buscado servirse de ellos (usando sus escaños para desalojar a los sociolistos del Palacio de San Telmo… y sólo por eso ya merece la pena el surgimiento de la formación cuyo emblema es verde), pero sin intención de hacerles ni caso.
Y en Vox se han tomado eso a mal, y ya amenazan con represalias, porque saben que tienen al gobierno regional cogido por los dídimos: si no cumplen los acuerdos sobre (la llamada) memoria histórica, querrán aprobar los presupuestos y no podrán. Si se repite el esquema de la izquierda, lo que ocurrirá es que los partidos de derechas radicalizarán sus postulados, Vox encogerá y los del charrán obtendrán unos resultados muy por encima de sus merecimientos.
Confieso que cuando empecé a escribir esta entrada no tenía en mente esta conclusión. Pero, la verdad, no me disgusta nada…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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