sábado, 23 de marzo de 2019

A otro perro con ese hueso

La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero. Y por mucho que trescientos ocho diputados (de trescientos cincuenta) aprueben que la politización no fue un problema para las cajas de ahorro, el hecho es que sí lo fue.
El documento aprobado sostiene que queda desmentida la tesis sobre la influencia política como causa explicativa del mayor impacto de la crisis en las cajas de ahorros. Ya pueden decir lo que quieran. Aunque las cajas eran (¿son? ¿queda alguna todavía viva?) fundaciones y, por lo tanto, no debían perseguir el obtener beneficios por el mero hecho de obtenerlos –a diferencia de los bancos, que son empresas y, por lo tanto, están ahí para ganar dinero-, sí debían obtener unos rendimientos que les permitieran sobrevivir.
Y cuando al frente de las cajas colocas, no a personas con experiencia y talento para la gestión de patrimonios, sino paniaguados de los partidos políticos, los sindicatos, los gobiernos regionales y demás ralea –es decir, en la mayor parte de los casos, una panda de perfectos inútiles-, lo lógico es que se fueran a pique en cuanto las cosas fueran mal dadas.
Para resumir: si pones al volante del coche a alguien que no sabe conducir, lo lógico es que se estrelle cuando vengan curvas. Y la culpa será del conductor, por supuesto: pero también de quien le puso ahí. Los políticos.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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