martes, 7 de enero de 2020

Vienen malos tiempos

Hubo un tiempo en el que la palabra de España era Ley. No sólo en Europa, sino en el mundo entero. Ese tiempo pasó hace mucho. El cetro del poder pasó primero a Francia, luego al Reino Unido y, tras eso, a una especie de totum revolutum en el que Estados Unidos, Rusia (antes la URSS) y China hacen más o menos lo que quieren (los que dicen que, tras la caída del muro de Berlín –como metáfora o metonimia de la caída del bloque soviético-, Estados Unidos quedó como la única superpotencia mundial olvidan –reconozco que hasta que me he puesto a escribir esta entrada no había pensado demasiado sobre ello- que la China comunista siempre ha estado ahí, aunque no siempre haya hecho demasiado ruido).
Los progres critican la foto del trío de las Azores. Critican que Aznar compadreara con George Bush. Vale, quizá no fuera el mejor presidente de los Estados Unidos (aunque, como ya he dicho otras veces, tampoco creo que sea el peor, ni siquiera el peor de los últimos), pero ¿cuántos dirigentes mundiales han puesto, ante testigos, los pies sobre la mesa del llamado hombre más poderoso del mundo?
Sin embargo, lo ganado por Aznar lo dilapidó Rodríguez en un abrir y cerrar de ojos. Y desde entonces no levantamos cabeza, a pesar de que por superficie, población y tamaño de nuestra economía, somos uno de los primeros países de la Unión Europea (quizá sólo por detrás de Alemania, Francia y –mientras ha estado- el Reino Unido). Pero como no hemos sabido hacernos valer, nos toman por el pito del sereno: un tribunal regional alemán le enmienda la plana al Supremo de España sobre una euroorden contra Cocomocho, y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (que tiene el mismo grado de prestigio jurisdiccional que, pongamos por caso, el Prostitucional español) afirma que el bleferóptico obeso debería haber gozado de inmunidad en el momento en el que fue elegido eurodiputado para tomar posesión del escaño (también según escribo, se me ocurre que pocos casos más claros he visto de lo que podría ser un fraude de Ley… equiparable a los que, en su día, perpetraron Ruiz Mateos y Jesús Gil; del polvo de los aforamientos vienen estos lodos).
Mientras los secesionistas, crecidos subían el precio del chantaje a Sin vocales (aunque, la verdad, no sé hasta dónde quieren que se baje los pantalones para que le enculen –y, con él, a toda España- a gusto, si ya los tiene por los tobillos…), los únicos que, al parecer, dicen las verdades del barquero señalaban lo obvio, al calificar lo sucedido como un palo a España, un ataque a la soberanía nacional… y, a riesgo de decir una perogrullada, indicaban que no se habrían atrevido a hacer lo propio con Alemania.
Y como guinda del pastel, el día de Reyes nos trajo la noticia de que el Parlamento europeo había reconocido formalmente como eurodiputados a los tres delincuentes catalanes, los dos fugados y el que está entre rejas. Naturalmente, los golpistas, sus cómplices y simpatizantes aplaudieron con las orejas. Los sodomizados guardaron silencio.
Una nota final: si a algún lector habitual le parece que últimamente mi estilo se está volviendo más duro, más cortante, más desagradable en suma hacia los que, a mi juicio, pretenden la destrucción de España tal y como la conocemos… tienes razón, amigo mío.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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