martes, 2 de junio de 2020

Reflexiones atemporales (I): El dúo Picapiedra

Comienzo con esta entrada una serie que no sé cuánto se extenderá, pero que de momento tiene materia para cinco entradas. Mi intención es hacerla, mientras pueda, con carácter semanal. No es, por tanto, al modo de los fill-in de las series de tebeos norteamericanas, porque no es algo que se tiene hecho con anticipación para el caso hipotético de quedarse sin materia o que se echen encima los plazos (en aquellos días en que los plazos tenían alguna importancia), sino algo con una cadencia de salida programada con antelación… aunque sin una continuidad asegurada. Ahora que lo pienso, los Martes (iba a poner los Lunes, porque escribo esta entrada el Lunes por la tarde, pero he caído a tiempo) serán el día elegido, cuando haya material.
Y vamos al tajo. La primera reflexión -en realidad, la tercera, si consultáis el índice aquí- la dedicaré a reflexionar sobre esa parejita a la que, en parte para abreviar y en parte por mi gusto por las perífrasis, he dado en llamar el dúo Picapiedra. Esto es, Pedro y Pablo. No sé si acabaré dilucidando cuál de los dos es más peligroso… probablemente no, eso sería privarme yo mismo de material para otra entrada.
Aunque los dos carecen de casi cualquier escrúpulo -moral, ético, de amor propio, de vergüenza ajena…-, creo que hay algo que les diferencia, un pequeño matiz. De hecho, fue el reflexionar sobre ese pequeño matiz el que me hizo ver que podría haber material para entradas al margen de la realidad cotidiana. Y ese matiz es que Pedro Sánchez no ambiciona el poder en sí, o el poder por el poder -esa es mi impresión-, sino únicamente los beneficios que trae el poder: una vida muelle, el Falcon, la Moncloa y toda la pesca. Estoy razonablemente convencido de que si supiera que iba a poder disfrutar de todas esas cosas sin ser presidente del Gobierno, no le importaría demasiado dejar de serlo.
Pablo Iglesias, en cambio, sí ambiciona el poder. No en vano, era quien quería tomar los cielos por asalto. Puede ser por un complejo de mesías, por creerse más listo que los demás o por ser un sociópata -pocos marxistas convencidos, y éste lo es hasta, parafraseando a Ronald Reagan, donde puede serlo alguien que haya entendido la obra de Marx, no lo son… la frase quizá me haya quedado un poco confusa, pero si la releéis con cuidado quizá entendáis lo que quiero decir-, pero se cree capacitado para controlar un país (las gabelas del poder vendrán luego por añadidura).
Teniendo en cuenta que no logra controlar su cada vez más menguado partido, si yo fuera el hijo del terrorista me lo haría mirar.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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