La
anterior alcaldesa de Madrid estaba señalada desde el principio de su carrera
política por ser la esposa de quien es. Lo que la progresía disculpó en la
(entonces) mujer de Felipe González (una profesora que, recordémoslo, dijo
aquella perla de jóvenes y jóvenas,
antecedente indudable del miembros y
miembras de la Viviana Fernández), lo condenó sin paliativos en una mujer
que, al margen de haberse casado con el enemigo nº 1 (Franco mediante) de la izmierda, aprobó unas oposiciones (con
el esfuerzo que eso supone, y sé de lo que hablo) y tenía una carrera
profesional propia.
La actual
alcaldesa, un desastre como juez y como política, sale a ocurrencia casi
diaria, ocurrencias que dejan en nada lo del relaxing cup of café con leche in the Plaza Mayor de su
predecesora. Sin ir más lejos, cuando hace dos semanas cayó una rama de un
árbol y mató a una persona –hechos similares ocurrieron durante el mandato de
Botella y se la puso a caer de un burro-, todo su análisis consistió en decir
que los árboles están vivos y de pronto fallecen.
Una muestra
más de que, en la política española, el Principio de Peter está más que
superado.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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