En
general, no me da mucho tiempo a reflexionar sobre lo que escribo en este blog (afortunadamente,
pienso deprisa, y también lo hago en segundo plano) antes de ponerme a
escribirlo: si voy día a día, porque suelo ir con el tiempo pegado al c… ahí
mismo; y si adelanto entradas porque voy a estar tiempo desconectado, pues por
eso, porque tengo que escribir varias entradas antes de marcharme.
Las
(probables) únicas excepciones son aquellas entradas que, o bien llevo mucho
tiempo meditando (la que hice sobre las banderas con el águila de San Juan, o
las de Psicología del octavo pueblo),
o bien hago fuera de periodicidad, y que suelen referirse a elecciones pasadas
o futuras y sus consecuencias. Este es el caso de la presente entrada, dedicada
a analizar (en la medida en que me es posible) cómo están las cosas tras las
elecciones de hace casi un mes.
Para
empezar, el hecho de que el PP fuera el único de los cuatro grandes partidos en
aumentar su representación en el Congreso –que es, no nos engañemos, la cámara
que más cuenta y a la que mira la gente tras las elecciones- parece haberle dado
un plus de legitimidad en sus aspiraciones. Eso explicaría quizá el que hayan
llegado a un acuerdo con Ciudadanos relativamente rápido para el reparto de
asientos en la Mesa de la cámara baja; bueno, eso… y el hecho de que, al haber
perdido una cuarta parte de los escaños que tenía hace seis meses, los del
partido naranja necesitaran ayuda para obtener alguno de esos asientos.
Cuando
me enteré de los nombres que se barajaban para la tercera autoridad del Estado
pensé que, o bien el puesto les venía demasiado grande (caso, por ejemplo de
Cospedal; aunque, después de Pachi Nadie,
cualquiera lo mejoraría y estaría más cualificado: los socialistas españoles,
en general, son el ejemplo viviente de que el Principio de Peter es una falacia como un castillo) o demasiado
pequeño (o que sería un desperdicio apartarles de funciones ejecutivas).
Finalmente, se decidieron por una de estas últimas, Ana Pastor, a la que hasta
los neocom tendrían problemas para
poner objeciones más allá de es que es de
derechas.
Hablando
de Junior y sus muchachos, me he
estado preguntando estos días si su objetivo no sería el ir a unas terceras
elecciones generales (según escribo, pienso que en las mismas sería posible que
se produjera el tan anhelado sorpasso…
pero no porque obtuvieran más escaños que los socialistas, sino porque estos,
en caída libre en los últimos años, obtendrían menos; parece lo mismo, pero no
lo es). Es la única explicación que le veo al hecho de que brujuleara
presionando a socialistas y secesionistas catalanes de uno y otro pelaje para que bloquearan el pacto entre populares
y naranjitos.
Brujuleo
que, en todo caso, le salió rematadamente mal, puesto que Ana Pastor obtuvo más
votos de los que le corresponderían si únicamente la hubieran votado los
seguidores de Rajoy y Rivera. Según Coleta
Morada, esos votos habrían venido de los secesionistas catalanes
(conservadores, se entiende) y los nacionalistas vascos. De hecho, como dijo el
en tantos otros temas ignorante supino, Habría mayoría para investir a Rajoy.
Mayoría
que quizá no fuera tal. Según algunos, Rajoy estaría utilizando el apoyo de los
separatistas para presionar a Rivera. Esta palanca
inquieta a un sector del PP, ya que hay dos líneas que Ciudadanos jamás cruzará
so pena de quedar desnaturalizado: nunca, jamás, compartirá un acuerdo con neocom o con secesionistas, pues ello
iría contra su esencia original (aunque cosas más raras se han visto, la
verdad). Así, por ganar quince votos, el PP perdería treinta, con lo que
quedaría peor que al principio.
Según
algunas informaciones, por último, Rajoy estaría lanzando, de cara a las
audiencias con el Rey, un órdago al estilo del anuncio del Scattergories, en plan o me
votáis o vamos a unas terceras elecciones. Con todo lo que se ha dicho
últimamente del personaje, esto resultaría hasta posible; sin embargo, no es
algo que dependa de él, puesto que de lograse un pacto a la balear (es decir, un todos
contra el PP excluido Ciudadanos) sería posible elegir un presidente del
Gobierno alternativo al gallego.
Aunque
duraría cinco minutos, porque un pacto tan heterogéneo resultaría
indudablemente explosivo.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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