Los llamados
partidos nacionalistas en España
(propiamente habría que llamarles regionalistas,
para evitar confusiones), sobre todo PNV y CyU (RIP), fueron presentados en los
años ochenta y noventa del pasado siglo como garantes de la gobernabilidad (sic) del país.
Sin
embargo, dichos partidos no eran garantes de nada. Al modo de modernos Duguesclines,
no quitaban ni ponían reyes (aunque sí gobiernos), ayudando a quienes les
pagaran… y a un precio muy alto. En la última legislatura cuatrienal, la
mayoría absoluta de los populares hizo innecesario el recurrir a estos
partidos. Sin embargo, los resultados de las dos últimas elecciones generales,
con un ganador claro (el PP) pero sin una mayoría nítida, han revigorizado a
estas formaciones.
En crisis
y de capa caída los regionalistas catalanes, han sido los vascos quienes han
dado el primer paso. Quizá queriéndose asegurar un eventual apoyo en sus
propias elecciones regionales –a celebrar este otoño- ante el avance de
terroristas y neocom, han planteado
la posibilidad de apoyar a Rajoy, pero dejando claras sus exigencias: quieren
un estado plurinacional (estos mamelucos
no se enteran de que un Estado plurinacional se construye de abajo hacia
arriba, y no se fabrica de arriba abajo) y la transferencia de las competencias
en materia penitenciaria.
Sin estar
completamente seguro de que esto último sea constitucionalmente posible, tal
concesión implicaría, de facto, entregar la llave de las celdas de los asesinos
todavía en prisión.
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