A
los que votamos al Partido Popular hay ocasiones en las que sus actuaciones nos
ponen en el brete de tener que soportar las críticas justificadas a dichas
actuaciones, sobre todo cuando tales actuaciones no son coherentes con las
proclamas.
Casos
típicos serían el compadreo (o el intento de mimetizarse) con los partidos
secesionistas en Cataluña y Vascongadas, especialmente perceptible desde que
descabalgaron respectivamente a Alejo Vidal-Cuadras y a María San Gil. O, más
recientemente, el hecho de que la política económica (e impositiva) del
gobierno presidido por Rajoy pareciera una continuación, cuando no una copia
corregida y aumentada, de la que llevó a cabo el gobierno de Rodríguez durante
la tan negada crisis y que nos dejó en tal mala situación.
O,
finalmente, el hecho de que, tras criticar que Pachi Nadie le diera a Pdr
Snchz un primer día de la sesión de investidura para él solito, Ana Pastor
(una figura por el que sentía el mayor respeto político) haya hecho exactamente lo mismo con Rajoy. Las justificaciones aducidas por los populares para justificar este volantazo
(desde que Rajoy necesita una tarde para él solo hasta que así el líder del
PSOE dispondrá de más tiempo para pensar)
producen vergüenza ajena.
Quizá
la única respuesta que se me ocurre al brete planteado en el primer párrafo de
esta entrada es la misma que aduzco cuando se me pregunta si, a pesar de
algunas discutibles actuaciones del llamado Rey
emérito yo seguía siendo monárquico. Respondía que sí, porque servidor es
monárquico, no por quien ocupa la institución (es decir, ni era juancarlista ni soy felipista), sino (con frecuencia) a pesar de él. Y porque la alternativa es pavorosa.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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