La
actual ocupante del sillón de alcaldesa de la Villa y Corte está haciendo que
echemos de menos a sus predecesores ideológicos (mutatis mutandis) en el cargo,
especialmente al que muchos podríamos considerar como precedente, el viejo profesor (o la víbora con cataratas, como le motejó
Alfonso Guerra), un sujeto que era una nulidad como regidor, pero que al menos
tenía (algo de) gracia cuando publicaba sus famosos bandos.
La
antigua abogada laboralista ni siquiera resulta graciosa. Suelta unas simplezas
que avergonzarían a un alumno de parvulario, falsea su pasado con un desparpajo
que resulta insultante y, como buena política, miente más que habla. Hizo
campaña apoyándose en la (según ella) avalancha de desahucios que la crisis
había provocado, prometiendo luchar contra ella (algo difícil teniendo en
cuenta que en su etapa como decana de los jueces de Madrid esos procedimientos
no sólo no disminuyeron, sino que incluso aumentaron).
Por
ello, no resulta ninguna sorpresa (al menos, para mí) que ahora venga a
desdecirse de lo que sostenía y afirme tan campante que desahucios los va a haber siempre.
Joder,
para ese viaje no necesitábamos alforjas, coño.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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