En
países con una tradición democrática más asentada que el nuestro, los llamados partidos bisagra tienen conciencia de
que lo son, y no pretenden ser más (o, al menos, esa es la impresión que
tengo). En el Reino Unido o Alemania, los respectivos partidos liberales pactan
(o pactaban, porque ambos parecen haber prácticamente desaparecido) con aquella
formación que haya obtenido la mayoría relativa. Podrán condicionar la política
en uno u otro sentido, colocar miembros en el gobierno… pero no más. La política
principal, lógicamente, la marcaba el partido con más peso parlamentario. Y en
cualquier caso, ambas formaciones, mayoritaria y bisagra, parecían actuar con
sentido de Estado.
En España,
las cosas no han sido así. En el pasado, las formaciones que permitían la
llamada gobernabilidad del país (a mi
modo de ver, más correcto sería llamarla gobernación)
eran las regionalistas catalana y vasca, los llamados nacionalismos moderados. Y ninguna de las dos, y menos que ninguna
los catalanes, lo hacían por el bien del Estado, sino por el suyo propio (el de
su región en general y sus bolsillos partidistas en particular).
En un
pasado más reciente, UPyD nació probablemente con la vocación de ser esa
tercera fuerza en el juego parlamentario. Sin embargo, su permanente
indefinición –diciendo una cosa y la contraria, o ninguna de las dos… en lo
primero se parecen a Ciudadanos- hizo que nunca pasara de ser una especie de
Pepito Grillo (o, por decirlo en román paladino, de mosca cojonera) de los dos
partidos grandes. Eso sí, en consonancia con el ego de su líder, parecían
creerse depositarios, custodios y únicos representantes de las esencias de la
democracia y la decencia.
En esto
último se parecen a los ya citados Ciudadanos (los neocom también se proclaman como los únicos y verdaderos
representantes del pueblo, pero, a
diferencia del partido de origen catalán, su vocación no es la de facilitar el
gobierno de los otros, sino que persiguen alcanzar ellos el poder). Sin
embargo, desde su posición minoritaria pretenden condicionar la política de las
formaciones mayoritarias, aceptando o vetando candidatos a las más altas
magistraturas del país, Rey descontado (de momento, que se sepa), o proponiendo las fórmulas de gobierno en los foros no indicados para ello.
Fruto
de este descontrol se producen hechos tan llamativos como que figuras tan
amortizadas como el licenciado en medicina por la Universidad de la Habana
firmen escritos en los que proponen un gobierno antinatural entre PSOE, neocom y naranjitos.
La caraba,
vamos.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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