Rafael
Nadal es un fuera de serie, deportiva y humanamente. Siendo diestro, jugando
con la izquierda ha ganado tantos trofeos de Gran Slam que sólo el tenista con
más clase al que he visto jugar ha logrado ganar más. Su dominio en la tierra
batida ha sido incontestable durante una década, habiendo llegado a ganar Roland
Garros en nueve ocasiones. Y todo ello sin decir una palabra más alta que otra,
reconociendo sus errores cuando los ha cometido con un espíritu autocrítico
verdaderamente encomiable.
Pero
es que, además, Rafael Nadal se siente orgulloso de ser español, y lo proclama
allí donde va. Como ha sido el caso de la ceremonia de entrega de la medalla de
oro del torneo de dobles masculino de tenis de los Juegos Olímpicos de Río de
Janeiro. En la ceremonia, un cretino exhibió ese cruce bastardo entre la
bandera cubana y las barras de Aragón, lo que provocó el enfado (o eso dice la noticia) de la pareja española.
Y
mientras, la televisión autonómica atribuyendo medallas a una nación
inexistente y no participante…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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