Es
lo que pensé cuando leí el titular de que un conductor vasco pulveriza el récord mundial de alcohol en sangre. De
acuerdo con el artículo, el susodicho no es que debiera haber sido incapaz de
conducir, sino que de hecho debería encontrarse en coma etílico. Lógicamente,
no sabía dónde estaba ni a dónde iba.
Valga
esta entrada, ligera y más breve, como un interludio en la serie de comentarios
de más enjundia (dentro de los límites de este blog, quiero decir). Y lo que
nos espera…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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