miércoles, 10 de agosto de 2016

Neocom catalufos

Las dos principales ciudades de España están regidas por dos incompetentes que han llegado al puesto, más que por méritos propios (de los que carecen), por deméritos ajenos. Pero mientras que doña Rojelia es nada más que una roja de manual, rodeada de una panda de chiquilicuatres sin oficio ni beneficio (más allá de ocupar edificios o asaltar capillas medio en pelotas), en el caso de la bruja Piruja concurren además otras circunstancias que, a mi modo de ver, le dan una cierta peculiaridad.
Porque Ada Colau es, sí, una roja de las de toda la vida, pero tiene además otras dos características de las que carece su colega madrileña. En primer lugar, al modo de los acólitos de la alcaldesa de la Villa y Corte, no tiene oficio más allá del de antisistema profesional: actriz fracasada, opositora a las hipotecas sin haber sido nunca propietaria… En segundo lugar, tiene ese tufillo secesionista que caracteriza en general a las izmierdas periféricas y que, de momento, parece estar proporcionándole réditos electorales.
Dos de las últimas decisiones brujeriles están teñidas de esos prejuicios ideológicos tan comunes a toda la izquierda españoña. En primer lugar, se plantea aprobar la construcción de una gran mezquita en Barcelona. Con esa medida, lo que busca es, por decirlo pronto y mal, joder a los católicos; sin embargo, no se da cuenta de que eso supone echar gasolina al fuego islamista, y el que no quiera verlo es un estúpido o un malvado.
La segunda medida es crear el Instituto de Pasados Presentes, que debe ser la traducción al dialecto del occitano de sigamos dando la matraca con la desmemoria histérica. Es decir, esa tendencia, tan propia de los totalitarismos de todo signo, de pretender reescribir la Historia.
George Orwell, qué bien les conocías, bribón…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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