Es
muy loable proclamarse de izquierdas, criticar a los malvados capitalistas y
defender lo que es justo y bueno. Lo que resulta mucho más difícil es ser
coherente con esas proclamas: cuando no lo haces, corres el riesgo de que te
tachen de hipócrita.
Esta
vez no voy a referirme a los líderes de los dos sindicatos españoles más representativos, tan aficionados a los
relojes de lujo y a las mariscadas. Tampoco al ex vicepresidente estadounidense
devenido ferviente ecologista que viaja en un reactor privado y vive en una mansión
que consume tanta energía como una pequeña población.
No,
hoy voy a hablar de Bernie Sanders, el líder de los laboristas británicos. Tras
una serie de líderes que, empezando por Blair, resultaba difícil distinguir en
sus políticas de los conservadores, ha llegado a la cúpula del partido izquierdista
británico un rojo de los de toda la
vida, de esos que cumplen –sobre el papel- todos los requisitos del buen
izquierdista.
Sobre
el papel, porque mientras se dedica a criticar a los ricos, resulta que se ha comprado una mansión de lujo. Que es algo perfectamente lícito y respetable,
pero que se compadece más bien poco con todas esas soflamas en defensa de la
clase obrera.
Vamos,
otro ejemplo de haz lo que digo y no lo
que hago… salvo que se proponga convertir esa vivienda de lujo en un
albergue para desfavorecidos. Cosa que, la verdad, no creo que se haya pasado
por la sesera.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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