No
por nada llamo delinquidores a los
antes indignantes, ahora neocom con silla y sueldo. Esta gente,
ayuna de conocimientos (que no de educación en todos los casos… aunque para lo
que les sirve, y la muestra es su líder Junior,
tanto da), sigue (probablemente, en su ignorancia) la máxima tomista de que una
ley inicua no ha de ser obedecida.
Lo malo
del caso es que para ellos son inicuas todas las leyes, costumbres o principios
generales del Derecho que no les gusten. ¿Que una norma prohíbe ocupar la vía
pública meses y meses? Pues nos la saltamos. ¿Que otra establece la
inviolabilidad de la propiedad privada (ajena), salvo por causas de interés
público (y, en este caso, siempre que lo establezca una norma con rango de ley)?
Pues se nos da una higa, y lo mismo ocupamos una finca que entramos en un
supermercado y nos llevamos productos sin pagarlos.
La última
payasada de este circo ha venido protagonizada por un neófito… en las labores
parlamentarias, que no en eso de delinquir, variedad agro andaluz. Un tal
Cañamero, amigo de delincuentes (condenados, luego ya no son delinquidores), ha
montado el paripé en el Congreso de los Diputados de renunciar al aforamiento
del que disfruta. Aunque estoy de acuerdo en que la figura del aforamiento hace
mucho que rebasó sus límites lógicos (y hasta los ilógicos), se trata de una
característica del cargo que no puede ser renunciada individualmente (si
tuviera que dar una razón, diría que es porque se trata de uno de los casos en
los que no queda al arbitrio de las partes determinar los tribunales a los que
se someterán… pero nunca he sido penalista).
Desde
luego, a este circo ya no le quedan enanos que crecer.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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