Los progres del mundo mundial abominan del
llamado whitewashing, esto es, de
aquellos casos en los que un actor caucásico (blanco, para entendernos) interpreta a un personaje que no lo es. El
último caso (de momento) es el de Matt Damon, que actúa en una película
relacionada con la construcción de la Gran Muralla China; pero los ha habido a
cascoporro, como los de Tilda Swinton en Doctor
Extraño (película en la que encarna un personaje que en los tebeos es
tibetano… y varón), Scarlett Johansson en la versión cinemtatográfica de un
manga (lo que no deja de tener gracia si tenemos en cuenta que los personajes
de esas historietas japonesas tienen facciones que pueden ser cualquier cosa
salvo orientales) o, por remontarnos a los fenicios, John Wayne haciendo de
Gengis Khan.
Esa postura
sería defendible si mostraran la misma repulsa frente a lo que podríamos llamar
brownwashing o blackwashing, esto es, que personajes originariamente blancos sean
interpretados por actores que no lo son. El caso más hilarante sería el de
Idris Elba (por lo que dicen, un pedazo de actor) interpretando a la deidad
escandinava Heimdall (se me hace difícil imaginarme un vikingo negro, no sé por
qué), o el de Morgan Freeman haciendo de Dios en Como Dios (salvo que aceptemos que Dios existe realmente –con lo
que podría adoptar el aspecto que tenga por conveniente-, cosa que los progres
jamás harían, habría que considerar que los judíos jamás habrían imaginado una
divinidad que no tuviera su aspecto… y no son negros).
En
este orden de cosas también se encuentran los casos de los que proponen que el
mencionado Elba interprete a James Bond, un personaje indudablemente blanco
salvo que se hubiera aceptado la premisa de (creo) Lee Tamahori de que tanto el
nombre James Bond como el código 007 pueden atribuirse a una pluralidad de
personas, o el enano de color que amenazó con demandar por racismo a la
productora de la trilogía de El Hobbit,
al ser rechazado para encarnar a un habitante de la comarca (se ponga como se
ponga, no hay hobbits negros).
Pues
eso, es lo malo de los progres: que son bastante incoherentes, los pobres.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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