Evidentemente,
conocía desde hace tiempo la novela de Dickens, e incluso había leído alguna
versión abreviada y visto un par de las versiones cinematográficas. Sin embargo,
hasta ahora no me había puesto a leerme la versión íntegra de la historia.
Y he
de decir que no me ha defraudado, en el sentido de ser todavía más dramón de lo
que ya sabía. El por favor, señor, quiero
un poco más de sopa del principio no es sino, valga la expresión, el
aperitivo de todo lo que vendrá después, en el que cada aparente momento de
respiro del protagonista no es sino el preámbulo de una caída aún más dura, sin
que se resuelva todo hasta el capítulo final. También hay que señalar las
coincidencias casi inverosímiles que hacen que todos los benefactores de Oliver
estén íntimamente relacionados (aunque sin saberlo ellos) desde mucho antes de
su nacimiento, y lo mismo pasa con algunos de los malvados de la función.
A destacar,
por inesperado, el sorprendente (y casi macabro) sentido del humor del autor,
que emplea con alguno de los villanos secundarios lo que hoy se denomina mala baba. Y yo diría que, además,
disfruta haciéndolo.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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