sábado, 6 de agosto de 2016

Casualidad de causalidades y todo… causalidad

Según Garzón –el economista, no el jurista, aunque dudo que ninguno de los dos sepa demasiado de sus prespectivas materias-, una persona de izquierdas es genéticamente incapaz de cometer un delito (me pregunto en qué asignatura de Económicas ha adquirido semejante conocimiento… ¿en Cañas y tapas, quizá? Tendré que preguntar a mi hermano…), por lo que, en el caso inverosímil de que tal cosa ocurra, no será culpa suya.
Así, cuando el número tres de los neocom (¿o será el número uno y medio, teniendo en cuenta que es chiquitín y va en silla de ruedas?) ha sido descubierto manteniendo sin contrato y sin seguridad social a un asistente durante un año, lo primero fue negarlo, aunque finalmente tuvo que reconocer que, efectivamente, así había ocurrido (lo que ya tiene delito –y perdón por el chiste fácil-, teniendo en cuenta que, además de la pensión por minusvalía –física, no ética; de esas no pagan, porque España quebraría- lleva años cobrando jugosos sueldos como político)… por lo que, cuando hace no demasiado, proclamaba que es una vergüenza no pagar la Seguridad Social a las cuidadoras, el interfecto no hablaba en el plano puramente teórico, como suele ocurrir con los políticos –y más los de izmierda, que viven totalmente desconectados de la realidad-, sino que lo hacía por propia experiencia… de lo que se deduce que es, etimológicamente y por propia confesión, un sinvergüenza.
A tal extremo llegaron las cosas que en la capitidisminuída cabecera de referencia de los neocom llegaron a pedir la dimisión del muchacho, mientras éste declaraba que estaba consultando con abogados si cometió irregularidades con su asistente. Debe ser que en su país de origen, Argentina, saltarse la Ley a la torera es algo habitual (más que en España, quiero decir), y por eso no acaba de tenerlo claro.
Eso sí, mientras se aclaraba no perdía el tiempo, y al tiempo que llamaba pollos descabezados a los que le criticaban (a los que le echaban en cara su desfachatez, habría que decir), sus camaradas añadían una nueva mamarrachada a los actos de toma de posesión proclamando que nunca más un asistente sin contrato. Junior, al lado de cuya faz adamantina la del parala sudaca parece de puro talco, defendió a este último, señalando que su actuación había sido un ejercicio de ejemplo moral (ejemplo de lo que no hay que hacer, se le olvidó precisar). Y, tras descubrirse que el muchacho (el de la silla de ruedas, no el asistente) era reincidente (el pago en negro de 2.015 vino precedido de otro igual tres años antes), actuó salomónicamente y repartió culpas entre el asistente infrapagado (era su obligación pagarse la seguridad social, dijo el rioplatense, olvidando que la suya es pagar un sueldo digno y no ser un vulgar capitalista explotador) y el sistema.
Acabáramos: la culpa es del sistema. De cualquiera, menos del que delinque que, simplemente, pasaba por allí (si es de izquierdas, claro).
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

No hay comentarios: