Según
Garzón –el economista, no el jurista, aunque dudo que ninguno de los dos sepa
demasiado de sus prespectivas materias-, una persona de izquierdas es
genéticamente incapaz de cometer un delito (me pregunto en qué asignatura de
Económicas ha adquirido semejante conocimiento… ¿en Cañas y tapas, quizá? Tendré que preguntar a mi hermano…), por lo que,
en el caso inverosímil de que tal cosa ocurra, no será culpa suya.
Así,
cuando el número tres de los neocom (¿o será el número uno y medio, teniendo en cuenta que es
chiquitín y va en silla de ruedas?) ha sido descubierto manteniendo sin
contrato y sin seguridad social a un asistente durante un año, lo primero fue
negarlo, aunque finalmente tuvo que reconocer que, efectivamente, así había
ocurrido (lo que ya tiene delito –y perdón por el chiste fácil-, teniendo en
cuenta que, además de la pensión por minusvalía –física, no ética; de esas no
pagan, porque España quebraría- lleva años cobrando jugosos sueldos como
político)… por lo que, cuando hace no demasiado, proclamaba que es una vergüenza no pagar la Seguridad Social a las cuidadoras, el interfecto no hablaba en el plano puramente
teórico, como suele ocurrir con los políticos –y más los de izmierda, que viven totalmente desconectados
de la realidad-, sino que lo hacía por propia experiencia… de lo que se deduce
que es, etimológicamente y por propia confesión, un sinvergüenza.
A
tal extremo llegaron las cosas que en la capitidisminuída cabecera de
referencia de los neocom llegaron a pedir la dimisión del muchacho,
mientras éste declaraba que estaba consultando
con abogados si cometió irregularidades con su asistente. Debe ser que en
su país de origen, Argentina, saltarse la Ley a la torera es algo habitual (más
que en España, quiero decir), y por eso no acaba de tenerlo claro.
Eso sí,
mientras se aclaraba no perdía el tiempo, y al tiempo que llamaba pollos descabezados a los que le criticaban (a los que le echaban en cara su desfachatez, habría que decir), sus camaradas añadían una nueva mamarrachada
a los actos de toma de posesión proclamando que nunca más un asistente sin contrato. Junior, al lado de cuya faz adamantina la del parala sudaca parece de puro talco, defendió a este último, señalando
que su actuación había sido un ejercicio de ejemplo moral (ejemplo de lo que no hay que hacer, se le olvidó
precisar). Y, tras descubrirse que el muchacho (el de la silla de ruedas, no el
asistente) era reincidente (el pago en
negro de 2.015 vino precedido de otro igual tres años antes), actuó
salomónicamente y repartió culpas entre el asistente infrapagado (era su
obligación pagarse la seguridad social, dijo el rioplatense, olvidando que la
suya es pagar un sueldo digno y no ser un vulgar capitalista explotador) y el sistema.
Acabáramos:
la culpa es del sistema. De cualquiera,
menos del que delinque que, simplemente, pasaba por allí (si es de izquierdas, claro).
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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