Las
llamadas feministas (por ellas mismas
y por sus colegas de ideología) o feminazis
(por quienes sufren sus ataques y por los de ideología distinta) forman un
subgrupo dentro del progretariado que
se caracteriza por el mismo sectarismo ideológico y doble rasero que el resto
de ese grupo más amplio.
Así,
cuando se ataca a una mujer de izquierdas, se la ataca, según ellas, por ser
mujer, no por cualquier otro defecto que pueda tener. En cambio, si la atacada
es una mujer de derechas, la crítica es justa y merecida; no hablemos ya si el
atacante es de izquierdas o progre. Este subgrupo también guarda un silencio de
lo más estruendoso acerca de la situación de la mujer en, por ejemplo, los
países musulmanes, e incluso se pliegan a las costumbres de esos países para no ir contra su cultura (lo curioso
es que cuando los mandatarios de esos países visitan Occidente, siguen
observando sus propias costumbres).
Viene
todo este preámbulo a cuento de la denuncia, por parte de varias mujeres de un
círculo neocom, de agresiones sexuales y acoso por parte de compañeros de ese círculo. Por cierto, que la
reacción del ubicuo becario ha sido verbalmente desafortunada, al decir que van
a actuar con toda la dureza en
determinar qué ha sucedido. Otras expresiones desafortunadas son contraponer
esa dureza al rigor, y la consabida perífrasis cursi de decir que Podemos no es un refugio dentro del cual no
entren dinámicas que se dan en toda la sociedad.
Diez
días después, no he tenido noticia ninguna de ese supuesto rigor. También es verdad que estoy de vacaciones y, por lo tanto,
un poco aislado informativamente…
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