domingo, 14 de agosto de 2016

Ni castos ni puros

Las llamadas feministas (por ellas mismas y por sus colegas de ideología) o feminazis (por quienes sufren sus ataques y por los de ideología distinta) forman un subgrupo dentro del progretariado que se caracteriza por el mismo sectarismo ideológico y doble rasero que el resto de ese grupo más amplio.
Así, cuando se ataca a una mujer de izquierdas, se la ataca, según ellas, por ser mujer, no por cualquier otro defecto que pueda tener. En cambio, si la atacada es una mujer de derechas, la crítica es justa y merecida; no hablemos ya si el atacante es de izquierdas o progre. Este subgrupo también guarda un silencio de lo más estruendoso acerca de la situación de la mujer en, por ejemplo, los países musulmanes, e incluso se pliegan a las costumbres de esos países para no ir contra su cultura (lo curioso es que cuando los mandatarios de esos países visitan Occidente, siguen observando sus propias costumbres).
Viene todo este preámbulo a cuento de la denuncia, por parte de varias mujeres de un círculo neocom, de agresiones sexuales y acoso por parte de compañeros de ese círculo. Por cierto, que la reacción del ubicuo becario ha sido verbalmente desafortunada, al decir que van a actuar con toda la dureza en determinar qué ha sucedido. Otras expresiones desafortunadas son contraponer esa dureza al rigor, y la consabida perífrasis cursi de decir que Podemos no es un refugio dentro del cual no entren dinámicas que se dan en toda la sociedad.
Diez días después, no he tenido noticia ninguna de ese supuesto rigor. También es verdad que estoy de vacaciones y, por lo tanto, un poco aislado informativamente…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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