jueves, 11 de agosto de 2016

Ah, la inteleztualidá

Los actores americanos (léase, estadounidenses) tienen bastante claro que sólo son eso, actores, y por eso mismo no se meten a opinar de aquellos temas que no controlan o, en general, de temas ajenos a su profesión.
Los actores españoles, por el contrario, opinan de todo lo humano, lo divino y lo mediopensionista. Ellos son artistas, son intelectuales, y eso les concede patente de corso para opinar sobre todo aquello que se les cruce por el vacío intracraneal. Da lo mismo que sean de figuras señeras de verdad o del último mindundi, cuando les ponen una alcachofa delante son incapaces de mantener cerrada la boca y vomitan todo un torrente de sandeces.
Esto es lo que ha ocurrido con Elena Anaya, una actora de la que sería incapaz de citar ninguna película si no fuera porque acaba de estrenar un producto de tanto calado intelectual como la última película de Zipi y Zape. En una entrevista publicada en el dominical de un diario de gran tirada, como suele decirse (El Mundo, para ser precisos) despacha, entre otras perlas, que considera nocivo a Cristiano Ronaldo, que hizo un conjuro para que no marcara en la final de la Eurocopa y que se asustó cuando se lesionó.
Dejando aparte que resulta de lo más oscurantista y retrógrado creer en conjuros, ¿a quién considera la señorita Anaya un buen ejemplo? Quizá al charnego Hernández, o al enano hormonado, o al director manchego con papeles en Panamá, o a los hipócritas judeófobos y antiamericanos que se mean por actuar en Jolibú y que tienen a sus hijos en un hospital de propiedad judía.
Eso, dejando aparte que el de Madeira prefiere, por lo que parece, seguir el mandato evangélico y realizar sus buenas acciones sin dar tres cuartos al pregonero. Una postura que, la verdad, comparto completamente.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

No hay comentarios: