Como ya puso de manifiesto La Trinca en su canción Vidas paralelas, el problema de los fundamentalismos -y de los fundamentalistas- es que acaban quedándose solos: o bien consideran que los demás no están a la altura de su exigente baremo, o bien son los demás los que se hartan y mandan al fundamentalista a tomar por donde amargan los pepinos.
En el caso del separatismo catalán, todos
consideran que todos los otros no están a la altura o son demasiado
ilusos, o demasiado blandos, o contemporizan demasiado con el Estado
centralista y opresor.
Ahora es la sedicente y sediciosa asamblea
nacional catalana la que ha roto con el cuerpo regional de policía y le acusa
de ser franquista, al tiempo que exige a la consejería de Interior
depurar responsabilidades porque el informe de la policía relativo a la
no detención de Cocomocho enviado al Supremo alude al terrorismo
nacionalista blanco.
Teniendo en cuenta que el cuerpo en cuestión se fundó -¡por Felipe V!- a comienzos del siglo XVIII, habrá que concluir que el espíritu nonato del Generalísimo poseía al nieto del Rey Sol.