Hace un par de días hablaba con un pariente mío, más bien de izquierdas, que decía que en su juventud fue pacifista. Le respondí que yo nunca había pasado por esa situación porque desde muy pequeño fui consciente de que vivíamos en un mundo imperfecto -quizá el que yo sea creyente y él no influya en la situación, porque los creyentes somos conscientes de la falibilidad humana-, en el que los buenos deseos o las buenas intenciones están muy bien, pero no sirven de nada si no están respaldados por argumentos contundentes.
Por eso, el deseo de Israel de vivir en paz
con sus vecinos no les impide estar preparados para las frecuentes ocasiones en
que esos vecinos pretenden borrarles literalmente del mapa, y responder con contundencia
a los ataques sufridos, a menudo con precisión quirúrgica.
Como cuando, a finales del mes pasado, eliminaron al comandante militar del grupo islámico terrorista Hamás con un bombardeo en Gaza. Uno menos, quedan...
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