Unos versos de Badlands, de Bruce Springsteen, que he citado aquí más de una vez, dicen, traducidos que el hombre pobre quiere ser rico, el hombre rico quiere ser rey, y un rey no está satisfecho hasta que lo gobierna todo.
El psicópata de la Moncloa no es un hombre
pobre, ni siquiera un pobre hombre. Es un individuo ruin, miserable, egoísta y
ambicioso que, eso sí, no quedará contento hasta que controle todos los
resortes del poder.
Por sí o a través de sujetos que le hagan el
trabajo sucio y mantengan una tenue apariencia de democracia para lo que va
camino de convertirse, si es que no lo es ya, en una autocracia pura y dura.
Uno de esos lacayos es Golpe Pumpido,
su mamporrero en el Tribunal Constitucional, un jurista despreciable que con
tal de alcanzar sus fines, o los de su amo, es capaz de manchar su toga, no con
el polvo del camino, sino hasta con la sangre de la banda terrorista de la ultraizquierda
vasca.
O de apostar por la candidata de Moncloa -es
decir, del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer; es
decir, del miserable que pastorea a semejante recua de canallas- para presidir
el Tribunal Supremo y (consiguientemente) el Consejo General del Poder
Judicial, prácticamente el último reducto de libertad que queda en las
instituciones estatales.
Esperemos que marre su apuesta.
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