En la línea de las demás historias en las que interviene Holly Gibney, Stephen King deja claro desde el primer momento quién es el culpable. La duda, por lo tanto, es cómo y cuándo lo descubrirá la protagonista, y quiénes -porque, no olvidemos, el autor de Maine no tiene escrúpulo ninguno en acabar con quien sea- caerán por el camino.
Como en casi todas sus historias desde hace
cosa de una década, King deja bien a las claras sus ideas, políticas y de
cualquier tipo. En el postfacio habitual viene a señalar que el que la
protagonista comparta sus postulados es poco menos que mera coincidencia, y que
sería capaz de retratar a una heroína con la postura contraria.
No estoy yo tan seguro…
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