En una democracia digna de tal nombre, un huido de la justicia no podría convocar impunemente a sus fieles anunciando con antelación que se presentará junto a una asamblea legislativa, aunque sea la regional de una comunidad cada vez más venida a menos. En España, eso pasa.
En una democracia digna de tal nombre, la
oposición no tendría que señalar al presidente del gobierno del país por permitir
semejante circo, aunque ese presidente necesite los votos de la banda política
del fugado para seguir detentando el poder. En España, eso pasa.
En una democracia digna de tal nombre, un
partido de la oposición no tendría que convocar a sus simpatizantes para
protestar contra un pacto que rompe el país y la igualdad entre regiones y
entre ciudadanos, porque tal pacto no habría tenido lugar. En España, eso pasa.
Esperpéntico.
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