Hace un siglo, Argentina era uno de los países más prósperos del mundo. Tras la égida peronista cundió el chiste de que uno haría el negocio de su vida comprando a un argentino por su verdadero valor y vendiéndolo por lo que ese argentino pensaba que valía.
Ese fue el resultado de décadas y décadas de
populismo, corrupción, latrocinio de estado y despilfarro. Ha tenido que llegar
un volado para que, aplicando medidas de sentido común, la cosa vaya
remontando.
Y es que, si la izquierda atribuye a Milei el mal estado del país -aunque sólo lleve meses en el poder-, la derecha podemos considerar que la bajada del índice de precios al consumo, el avance de los salarios y la reducción de la brecha con el dólar también son responsabilidad suya.
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