Es muy humano apreciar en los demás cosas que se disculpan en uno (aquel pasaje evangélico que habla de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio). En esto, los del partido de la mano y el capullo son más humanos que nadie.
El desgobierno socialcomunista
que tenemos la desgracia de padecer ha excretado una sedicente ley de
eficiencia judicial, a propósito de la cual convocó una reunión en Barcelona el
ninistro Bolardos. Las siete comunidades gobernadas por el Partido
Popular -Madrid, Andalucía, Galicia, Aragón, Valencia, La Rioja y Cantabria-
plantaron al triministro, ya que ninguno de los temas que entendían eran
importantes -de la financiación al reglamento, de los modelos de referencia al
teletrabajo- fueron incluidos en el orden del día.
Para Bolardos, se trataba de gamberrismo político. En cambio, cuando las universidades -dirigidas por la izquierda-
se negaron a aplicar la Ley de enseñanza aprobada por el Gobierno popular,
hace más de una década, debió sin duda de tratarse de una muestra de sano
criterio intelectual, o de una objeción de conciencia perfectamente respetable.
O, al menos, así lo vería la izmierda, claro.
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